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LE DE MOULEN

LE DE MOULEN

Este fin de semana me regalaron un romántico viaje a París. Ha sido inolvidable y muy importante para mí. Lo curioso es que en estos viajes rodeados de magia, siempre suceden coincidencias extrañas que te hacen tomar conciencia de lo pequeño que es el mundo.

París, para los que no lo conozcan tienen que ir cuanto antes, es una ciudad abrumadora, llena de rincones imprescindibles. Eso supone que si vas un fin de semana tienes que elegir dos o tres cosas que ver y luego tienes que prometerte volver para disfrutar todo lo demás. Yo tengo la suerte de tener un amigo que se autodenomina ciudadano del mundo, Manu es un aventurero nato y ahora mismo vive en París, claro que casi nunca tiene tiempo entre su trabajo y sus mil viajes. Cuando llegamos al aeropuerto le llamé sin muchas esperanzas y milagrosamente estaba disponible todo el fin de semana. Lejos de tener que conformarnos con ver dos o tres lugares emblemáticos Manuel se encargó de que visitáramos casi todo en dos días. Eso supuso que al segundo día me dolían partes de mi cuerpo que ignoraba tener, horroroso, no paramos de andar, andar y andar. Todo era precioso y nuevo, pero que cansancio! El sábado por la tarde ya no podíamos más, estabamos subiendo una cuesta enorme y pensamos que o añadíamos un poco de glucosa al torrente sanguíneo o nos desplomábamos allí mismo. Vi una cafetería que prometía postres buenisimos en una pizarra exterior y entramos. Algo llamó mi atención inmediatamente, en una pared destacaba el cartel de la película Amelie de Jean- Pierre Jeunet y entre los postres del cartel se leía cream broule ( en castellano crema catalana) al estilo Amelie. Tengo que aclarar que esa es una de mis películas favoritas y me pareció gracioso que al dueño de la cafetería también le gustara tanto. Pedí ese postre por supuesto y lo disfrute más por el simple hecho de ser al estilo de la película, me sentí envuelta de fantasía, de boemía,  cada cucharada me supo a París.

El descanso terminó porque la luz era cada vez más tenue y había que llegar al Sagrado Corazón. Antes de salir pase al baño y allí estaba la puerta de la película, la del baño de la cafetería donde trabaja Amelí, la reconocí de inmediato, sin lugar a dudas, estaba más sucia, menos lucida, pero era la puerta. Salí emocionadisima a contárselo a Manuel y a Borja. Estabamos en el lugar donde se había rodado, seguro, tenía que ser eso. Ellos se rieron de mi y de mis fantasías románticas, pero yo insistí en que tenía razón, tanto, tanto, tanto, que Manuel le preguntó al camarero. A mi me daba igual la respuesta del camarero porque lo tenía clarisimo, asi que salí para ver otra vez la puerta. Dos segundos más tarde salieron ellos, la derrota se pintaba en sus rostros, y es que como no podía ser de otra manera, yo tenía razón, allí habían rodado la película.

Yo desde que había entrado en el baño estaba emocionada ya que las coincidencias de ese tipo me causan una extraña alegría, a ellos les pareció una tontería. Pero yo en aquel momento no les prestaba ninguna atención porque a mi boca había vuelto más intenso, el sabor de la crema catalana al estilo Amelie.

1 comentario

leti -

Qué bonitooo, no me habías contado nada de eso, está bien saberlo.