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LO CONFIESO TENGO PERRO

LO CONFIESO TENGO PERRO Si amigos, tengo un perro, bueno una perrita que pesa 2kg y que más que un perro parece una ratilla. Cuando decidí que necesitaba un perro en mi vida no lo pensé bien, sólo quería un ser que siempre estuviera contento al verme llegar a casa, que me esperara cada día y que llenara esos espacios solitarios. La verdad es que cuando quiero algo lo quiero ya y puedo ser muy persuasiva. Pobre Borja, uso todos sus argumentos para convencerme de que no podíamos tener un perro en una casa de sesenta metros, que era una responsabilidad enorme, que... Le oí pero no le escuché, es más le gané por la pena sin tener que hablar. Estaba desesperada, problemas de trabajo, la recta final de su oposición y las largas horas de espera solitaria en casa. Pensé que un perro nos ayudaría muchísimo a los dos.Soy pesada e insistente y cuando quiero algo lo quiero ya. Se lo dije a todo el mundo, estaba buscando un  perro tamaño piso y me daba igual que fuera un cachorro. Fui a las perreras que estaban en los alrededores, pero los perros pequeños estaban perdidos y tenían microchip. Y entonces un viernes me llamó mi suegro y me dijo: "tienes a tu perro aquí". Yo pensé que estaba bromeando, pero no allí en su trabajo tenía a mi perro. Cogí el coche y me fui a los chinos a comprar una caja para el perrito. Compre la caja de cartón más bonita que encontré, porque mi perro no iba a tener una caja de la basura, faltaría más. Llegué a el estudio donde trabajan mi suegro y mis cuñados emocionada. Abrieron la puerta y lo primero que me dijeron es que a lo mejor no era lo que esperaba.Cuando la vi he de reconocer que me decepcionó un poco. Estaba demasiado sucia, con el pelo mal cortado y no me dejaba acercarme a ella. Estaba tan asustada, temblaba y escondía la cabeza para evitar que la miráramos a los ojos. Reina de Jeveva, así se llama mi perra, tenía ya mucha historia. Me la regalaba su criador porque las dos últimas camada que había parido habían nacido muertas. Me dieron esa información mientras yo la miraba incrédula, era tan pequeña que no podía creer que tuviera casi cinco años. La decepción desapareció rápidamente dejando paso a una mezcla de alegría y pena. Conseguí cogerla mientras se deshacía en temblores y llevarla al veterinario, que la examinó pensando que era un cachorro y dándome recomendaciones que no no han servido para nada.Llegó a casa aquella noche, Borja sintió una decepción mucho mayor que la mía, y eso que ya estaba limpia. La envolví en un jersey que olía a mi y no se movió de allí en varios días, únicamente abandonaba su refugio para comer y beber. Todo le daba miedo, nosotros, la casa el mundo. Vivía de sobresalto en sobresalto incapaz de relacionarse. Había vivido siempre en un patio de veinte metros, compartido con otros doce perros y con la única expectativa de criar. No la habían hecho caricias, nadie le había dado comida en su mano, nadie le había demostrado el más mínimo cariño. Se hacía sus necesidades por toda la casa y huía de nosotros despavorida.Pero Reina no sabía lo pesada que puedo llegar a ser. Mi único propósito en aquellos días fue mimarla, enseñarle lo que es el cariño. Poco a poco me fue conociendo y necesitando. Fue mágico, en esos días sólo pensaba en ella, todos los demás problemas se convirtieron en algo secundario, ella me necesitaba más.Pero para Borja fue más duro, le ponía nervioso, estaba agobiado por su examen físico, y no lo pudo soportar. Después de una semana, entre lágrimas la llevamos a casa de sus padres hasta que el terminara. Todos los días íbamos a verla y sorprendentemente me esperaba. No se movía en todo el día de su colchón, pero cuando yo llegaba saltaba, me lamía y se encaramaba a mis piernas para que la cogiera. Aquel momento era uno de los mejores del día, sin duda.Quisieron devolverla, el problema de socialización era tan grande que no tenía conductas normales de su especie. Me negué con todas mis fuerzas, ya era mía, ya había sufrido suficiente y sólo necesitaba tiempo.Borja terminó sus pruebas y algo receloso fue a recogerla. Y si, no era la perra lo que había provocado sus ansiedades. Cuando lo comprobó fue un alivio para los dos.Y desde entonces somos tres en la familia. Han pasado varios meses y Reina ha aprendido muchas cosas, que no la vamos a abandonar, que siempre tiene comida en su plato y nadie se la va a quitar, que los paseos son buenos, que no todo lo que le rodea es el enemigo y que la queremos. Ahora cada vez que llegamos a casa nos recibe feliz haciendo cabriolas y nos da lametones en la piernas o en las manos. Y me persigue, allá donde voy ella detrás, siempre a dos pasos de mi, fiel. No, no es una perra normal, aun no sabe jugar, aun no responde a nuestras órdenes, ni nos levanta la patita. No nos importa porque Reina nos ha regalado algo muchas cosas, los paseos, su cariño y lo más importante una preocupación. Es increíble  la felicidad que aporta el preocuparse por otra cosa que no sea uno mismo.

 

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